Había una vez una
ciudad invadida por los automóviles. Había tantos que no les quedaba sitio para
moverse y se quedaron quietos. La gente tenía que ir andando pero esquivando a
los automóviles. El alcalde no sabía qué hacer para liberar a la ciudad de los
automóviles. Un día un extraño joven le dijo al alcalde que él sabía la manera
de hacerlo pero tenía que prometerle que los niños podrían jugar siempre en la
plaza mayor. El alcalde se lo prometió y el joven empezó a tocar con su flauta
una extraña melodía. Los automóviles empezaron a correr solos desde todos los
puntos de la ciudad. Todos los automóviles habían desaparecido, ahora corrían
bajo tierra. Ya había sitio para todos, abajo ellos y arriba los ciudadanos.
MINERVA ERCHINI, 4o Educación Primaria
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